La historia de Marieta
Durante
las pasadas semanas hemos estado hablando en la clase de Irune sobre los
cuentos de transmisión oral y fue
entonces cuando recordé un cuento de miedo que nos contó mi tía a mis primas y
a mí cuando éramos pequeñas. Es un cuento tradicional del Pirineo.
Recuerdo
perfectamente el día que mi tía nos contó la historia, estábamos pasando las
vacaciones de Semana Santa en un pueblo de los Pirineos. Volvíamos de una
excursión y al montarnos en el coche comenzó a diluviar. Ya estaba oscuro apenas faltaban pocas horas
para que llegara la noche, cuando mi tía nos dijo que nos iba a contar un
cuento, nosotras accedimos encantadas sin saber que era un cuento de miedo. Es
totalmente cierto lo de la lluvia os lo juro.
Esta es la
historia de una niña de unos ocho años que se llamaba Marieta y vivía en un
pueblo de los Pirineos.
Marieta era una
buena niña aunque le gustaba mucho hacer trastadas, casi nunca obedecía a la
primera pero era una buena chica.
Un buen día su
madre le dijo que tenía que ir a la carnicería a comprar hígados para la cena,
pero cuando Marieta iba de camino a la carnicería se encontró en la plaza del
pueblo con sus amigas Josefina, Paula y Anita que estaban jugando a la comba,
Marieta pensó que no pasaría nada si se quedaba un rato jugando con ellas. Cuando
llevaban mucho rato jugando de repente sonaron las campanas de la Iglesia: (Ton,
ton, ton, ton, ton, ton, ton, ton…).
¡Madre mía son ya
las ocho!, grito Marieta muy disgustada, seguro que ya han cerrado la carnicería.
Marieta salió
corriendo a todo prisa, seguida por sus amigas, pero no sirvió de nada la carnicería
ya había cerrado.
-
¡Mi madre me
mata! , ¿Qué hago?
Anita
que era muy ingeniosa, le dijo:
-
No te preocupes Marieta, yo tengo
la solución aunque tienes que ser muy valiente y no debes arrepentirte. ¿De
acuerdo?
-
Emmm… vale, dijo Marieta algo
confusa.
-
Mira: esta mañana murió el señor
Santiago y está en el depósito del cementerio, esperando a ser enterrado
mañana, como no tenia familia no hay velatorio, no creo que pase nada si le
quitamos los hígados, ya no los necesita y tú sí.
Marieta
estaba no estaba muy segura de hacerlo pero no podía hacer otra cosa, si
regresaba a casa sin los hígados su madre la castigaría.
Así
fue como las cuatro amigas aunque tenían mucho miedo, hasta Anita lo tenía
aunque lo negara, le quitaron los hígados al señor Santiago.
Y dicho y hecho,
Marieta le llevo los hígados a su madre en un paquete que le había dado Anita
para que su madre no sospechara nada.
-
¿Cómo has tardado tanto?
-
Pues…había mucha gente, mami, además
he acompañado a Josefina a la mercería porque quería comprar unos botones para
el vestido de su muñeca y luego nos encontramos con su primo Juanito y…
Marieta tenía
una gran facilidad para contar mentiras pero su madre las dio por buenas y se
puso a freír los hígados.
-
Marieta a la mesa. Dijo su madre.
-
No tengo hambre mami, me voy a
dormir a casa de a la abuela.
-
Está bien pero al menos tomate un
vasito de leche con miel antes de marcharte
-
Vale, dijo la pequeña y se marcho
a toda prisa a casa de su abuela que vivía dos calles más abajo.
Marieta
llego a casa de su abuela y se acurruco con ella en la habitación del piso de
arriba, la niña no paraba de pensar en lo que su madre se estaba comiendo los
hígados del señor Santiago, pero por fin a la media hora logro empezar a tener
sueño cuando de repente escuchó una ronca y desgatada voz:
-
¡Marieetaaa,
Marieteaaa, dame los hígados que me has quitado!
Marieta estaba
temblando de miedo, pero pensó que sería su imaginación, cuando tras pasar unos
minutos escucho de nuevo:
-
¡Marieta, no pienso
marcharme!
La
niña se acurruco todo lo posible a su abuela y le dijo:
-
Abu tengo miedo, estoy escuchando
una voz.
-
Niña no sea tonta que será algún borracho
que sale de la cantina.
Marieta se
tranquilizo, pensó que seguramente era algún borrado del pueblo, cerró los ojos
cuando y escuchó:
-
¡Marieeetaaa, estoy
aquiiii, he venido a por lo que me has quidado!
La niña temblaba
y sollozaba.
-
¡Marieta estoy en
la puertaaaaa!
La pobre
Marieta, no sabía qué hacer, se tapo la cabeza con las mantas.
-
Marieta estoy subiendo, estoy en
el primer escalón, Marietaa
La
tenebrosa voz era cada vez más cercana.
-
Marieta estoy en el tercer
escalón, ¡Marieeetaaa!
Los
segundos parecían horas, Marieta deseaba con todas sus fuerzas que fuera de
día.
-
Marieta sigo subiendo, esto en el
cuarto escalón. ¡Voy a por ti! ¡Marieta estoy subiendoooo!
-
Socorro abuelita, tengo mucho
miedo, te juro que estoy escuchando voces, dijo entre lágrimas.
-
Marieta, deja de decir bobadas,
no pasa nada, será la vecina que se dejo el transistor puesto. Duerme ya
pequeña.
Marieta no podía
dormir, tenía mucho miedo, pensó es imposible que sea el señor Santiago, los
muertos no hablan pero cuando parecía haber terminado todo.
-
¡Marietaaa,
Marietaaa, voy por el quinto escalón! ¡Dame los hígados que me has
quitado, son míos!
Marieta voy por
el sexto escalón, cada vez estoy más cerca de atraparte, Marieetaaaa….
Marieta estaba
cada vez más asustada, temblaba y lloraba.
-
¡Marieta, reza
todo lo que quieras pero sigo subiendo!, decía la temblorosa voz con una
maligna carcajada.
Se oían los crujidos
de las viejas escaleras, cada vez estaban más y más cerca.
-
¡MARIETAAAAAAA!,
estoy llegando. ¡Marieta voy por el octavo escalón, noveno. De nuevo
se escucho esa maligna risa ¡Estoy llegando, Marieta ya he subido,
esto aquiii, Marietaaa, Marieta, estoy avanzado por el pasillo, Marieta estoy
llegando, cada vez estoy más cerca.
El corazón de
Marieta latía con más fuerza que nunca, mucho más que cuando estaba con el
primo de su amiga Josefina. Se oían los pasos cada vez más cera vio como se
movía la puerta de la habitación que estaba entreabierta.
-
¡M- A- RI – E TAAAAAAAA!,
estoy en la puerta, puedo verte, MARIETA, dame los hígados que me has quitado. Marieta,
estoy a los pies de cama, MARIEEETAAA, MARIETA, MARIEETAAA, MARIETA, ¡¡¡TE COGÍ!!!
Ahora me
encanta esta historia y la he contado muchas veces, en los campamentos, a mis
amigos e incluso creo que la conté en alguna actividad en primero. Os juro que
cuando me la contaron por primera vez pegué tal grito que casi me da algo, porque
la gracia de la historia está en contarla a oscuras y mantener la tensión el mayor
tiempo posible y cuando en la historia atrapan a Marieta, cuando la contamos la
gracia es coger a alguien del brazo y asustarle.
Es una
historia ideal según dice el autor para contar en la noche de los muertos. A
penas quedan unos días espero que la hayáis disfrutado y mucho cuidado la próxima
vez que comáis hígados. =)
Esta
historia y otras muchas más están recopiladas en el libro Cuentos del
Pirineo para niños y adultos de Rafael Andolz. Me ha gustado mucho
este libro aunque no lo he leído entero es estupendo está lleno de leyendas e
historias todas de tradición oral recogidas por el autor, me encanta lo que
pone en el reverso del libro:
“En el Pirineo, el cuento se escanciaba en
las largaras veladas de invierno.
El contador, el abuelo.
El clímax: el chisporroteo del fuego, el silbido
del viento en lo alto de la chimenea, la nieve en el alféizar y la luz del candil.
El auditorio: los niños pequeños, los
grandes, pastores, criados, jornaleros, que bebían las palabras del viejo para repetirlas,
pasados los años y a la siguiente generación”.